El cielo empezaba a tener ese color del sol perdiéndose. No llego a ver el horizonte desde mi espacio en el patio, solo adivino que llega ese momento.
Caminé tan al oeste como me permitió el alambrado y observé como cambiaban los colores, con un asombro digno de una primera vez. La vecina construyó una pared muy alta, y hay otras casas, y así el paisaje se hace más urbano, no podés ver el horizonte realmente, no tan limpio como unx se imagina que siempre es. Y no puedo decidir si eso perjudica la vista o enmarca perfectamente su maravillosidad.
El caso es que en ese momento estaba muy comprometida con la experiencia. Y un pensamiento me asaltó. Fue fugaz y dejó la puerta abierta para otros. Mi mamá quiere construir una medianera. Me acordé mientras el rosa y el azul se mezclaban y todavía había un pedacito de sol en una esquina. Y pensé que ojalá no sea una pared alta como la de la vecina, para que no prive a lxs vecinxs de al lado de vivir un atardecer así.
Tuve un segundo de culpa por ser tan infantil y preocuparme por algo así ¿Es esto una solidaridad infantil? A lo mejor algún día, cuando hayamos erradicado el imperialismo y la concentración de la tierra, cuando se hayan llenado todas las panzas y tirado abajo las paredes de la academia, la humanidad pensará en como colectivizar cada amanecer y cada puesta de sol. ¿Es esto la utopía? ¿La esperanza?
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