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2 mar 2015

Los fantasmas existen

Me resisto un poco, pero lo creo. Hay algo que no vemos y no nos ve, pero a veces por un accidente nos enfrentamos. Tal vez todo sea algo más terrenal, no sé. Lo pienso, pero no con pretensiones científicas.
La cosa es que los fantasmas existen. Hoy vi el de Estela por ejemplo. Mi relato será simple (aunque puede que no sea muy sensato, y sí muy infantil).
Esta mañana fui a una asamblea de trabajadores. Hace un mes temía que tendría que estar en una marcha o alguna cosa así; era temor de estar sola en esa multitud, digo, no otra cosa. Eran cientos de personas pululando en Club Cuyaya, charlando, repartiendo volantes, cantando. Un solo monstruo espectante.
Pasaron oradores, aplausos y gritos de aliento. Vi a un camarada agarrar el micrófono. Quise adivinar su discurso, pero fallé. No redundó en lo mucho que se caga de hambre el pueblo, ni en la miseria de los comedores donde se hace el esfuerzo de dividir la pobreza, ni sobre la concentración de la tierra en manos de pocos y dañinos parásitos, ni en como nos mastican los imperialismos. Nombró a Estela, y asoció su nombre a la muerte. Ese era mi temor: que se reafirmara su partida.
Le agradezco a mi camarada, porque ahí vi el fantasma de Estela. Rugía. Entendí a qué le tienen miedo los patrones: a la furia bien apretada de los hombres y mujeres que se miran a los ojos y se dan cuenta que venian muriendo de hambre y de frío, o de enfermedades del trabajo y la edad, o incineradxs, torturadxs, partidxs por una bala, desde un tiempo ejemplar Aún sabiendo que son castigados desde antes de nacer, no se ven condenados. Agarrando fuerte una estrella abren el camino, con la certeza de que los sueños son algo en que creer. Y resisten.
Tiemblo ante ese momento de claridad. Puedo asegurar que la esperanza de los que quieren ser felices se acumula y nunca se pudre ¡Ah! ¡Y que los fantasmas existen!