Estoy buscando...:

31 ago 2015

--la fruta--

El domingo me desperté con unos latidos raros. Había soñado que caminaba por todos lados con un hombre. Caminaba, corría, tomaba café. Salimos a la vereda de su casa. En toda la cuadra había arboles, "yo mismo los planté y los fui cuidando" me dijo. Me acerqué a uno de los arboles y acaricié una fruta que colgaba seductora en una rama. "¿Es de las amargas que ilusionan a los pobres y hambrientos?" le pregunté, riendo. Me dijo que no, que eran todas dulces, para que quien lo necesitara se sirviera de cada árbol.
No puedo explicar lo que sentí; era casi como encontrar un amor que se había buscado por mucho tiempo. Pensé en la fruta todo el día.

14 ago 2015

--Las bicicletas--

Vi una, dos, tres.
Vi uno de a pie.
Dos motorizados,
de nuevo tres.
Todos con el mismo apuro
y el mismo sudor
presagio de la caldera.

Vi querer sin poder.

Vi cuatro, cinco, seis,
y más, mucho más prestas,
brazos prontos al esfuerzo,
bolsillos vacíos, livianos,
llegando tarde al turno.

Entonces me volví.

Vi al dragón echando humo
tras los portones oxidados
¡De no ser por el humo!
¡De no haberlas visto caer!
Tal vez podría engañarme
más sé que no duerme.

Vi todo desde mi sitio.

Sabiendo que lo había visto antes,
a través de un vidrio y con hambre.
Había tenido otra cosa en la panza
pero devoraba a los hombres igual.
Me permití otra primera vez.
Pedí un poco de luz
para distinguir las sombras.
Para reconocer.
No paraba de pensar,
no podía no leer.

Tenía el secreto en mi mano.

La extendía
como había hecho otro
antes de mí,
como lo hará otro después.

Seguía las bicicletas
que rodaban,
dejando atrás la calle,
atravesando el portón,
todo con la mirada.

Una, dos, tres
voluntades de escapar
sin una estrategia segura.
En mis manos las armas primas
listas para disparar.

Son una, dos, mil,
voluntades de pelear,
con ese querer poder,
con la caldera en las entrañas.

Las bicicletas buscan el día
en que venzan la gravedad,
para poder rodar
por un suelo horizontal.

12 ago 2015

--into the revolution--

"Si el cielo que vemos
temblara y cayera
y las montañas se derrumbaran en el mar
no lloraría
no derramaría ni una lágrima
si vos te quedaras conmigo
quedate conmigo.
...
Cuando estes en problemas
¿no te quedarías conmigo?
Quedate conmigo!"
(Los Beatles - Stand by me)
    Yo estaba lejos de todos los planes que habían hecho para mí hacía mucho tiempo, con la luz de una estrella como único abrigo y alimento. Marchaba como parte de una familia que dibujaba su camino con el corte quirúrgico del machete y el paso perseverante que da la urgencia de justicia. Tenía amigos pacientes y perfectos. Tenía historias de novios que entraban y salían de mi vida a su tiempo, que dormían en mi cama pero no soñaban conmigo. Mis ambiciones ya no nacían si no era atadas a otros millones de destinos. Tenía algunos libros, un estilógrafo, y los diarios del partido.
    Andaba así, sin muchas más cosas que esas. Vivía mi propia versión de "Into the wild", que era más precisamente "Into the revolution". Y sigo así.
    Yo no tenía horóscopo y capaz que por eso nada me había anticipado que dando vuelta una esquina del camino que elegí iba a encontrar algo que no buscaba. Y en la vereda del Río Traful, tras cortar el aire denso, nos vimos los dos. Estabamos enredados en el hilo rojo que ata el arado a la estrella. Algo que tenía guardado pero que no había sentido antes hizo que se me cayeran las palabras en un solo temblor; era el efecto de descubrirte así, tan compañero.
    Ese día (y todos los días anteriores) yo no estaba buscando a nadie. Yo no te estaba buscando a vos. Pero ahora que te encontré...

2 mar 2015

Los fantasmas existen

Me resisto un poco, pero lo creo. Hay algo que no vemos y no nos ve, pero a veces por un accidente nos enfrentamos. Tal vez todo sea algo más terrenal, no sé. Lo pienso, pero no con pretensiones científicas.
La cosa es que los fantasmas existen. Hoy vi el de Estela por ejemplo. Mi relato será simple (aunque puede que no sea muy sensato, y sí muy infantil).
Esta mañana fui a una asamblea de trabajadores. Hace un mes temía que tendría que estar en una marcha o alguna cosa así; era temor de estar sola en esa multitud, digo, no otra cosa. Eran cientos de personas pululando en Club Cuyaya, charlando, repartiendo volantes, cantando. Un solo monstruo espectante.
Pasaron oradores, aplausos y gritos de aliento. Vi a un camarada agarrar el micrófono. Quise adivinar su discurso, pero fallé. No redundó en lo mucho que se caga de hambre el pueblo, ni en la miseria de los comedores donde se hace el esfuerzo de dividir la pobreza, ni sobre la concentración de la tierra en manos de pocos y dañinos parásitos, ni en como nos mastican los imperialismos. Nombró a Estela, y asoció su nombre a la muerte. Ese era mi temor: que se reafirmara su partida.
Le agradezco a mi camarada, porque ahí vi el fantasma de Estela. Rugía. Entendí a qué le tienen miedo los patrones: a la furia bien apretada de los hombres y mujeres que se miran a los ojos y se dan cuenta que venian muriendo de hambre y de frío, o de enfermedades del trabajo y la edad, o incineradxs, torturadxs, partidxs por una bala, desde un tiempo ejemplar Aún sabiendo que son castigados desde antes de nacer, no se ven condenados. Agarrando fuerte una estrella abren el camino, con la certeza de que los sueños son algo en que creer. Y resisten.
Tiemblo ante ese momento de claridad. Puedo asegurar que la esperanza de los que quieren ser felices se acumula y nunca se pudre ¡Ah! ¡Y que los fantasmas existen!

16 feb 2015

Soldado que huye de la guerra.

Me cuido de vos, porque sé que cuando jugamos hacemos trampa. Avanzo y retrocedo, reformulando la estrategia y decidiendo que hacer con vos -de mí- en cada momento. Te quiero, te extraño, te amo, en manos del enemigo son una ventaja. No les daré libertad facilmente, tal vez porque esas palabras-alarma serían la señal para escapar.

Me hundo en lo que deseo: llegar a vos un día, con las heridas del mundo, y encontrar en tu voz y tus cuentos un descanso. Caigo queriendo un beso que me dé el alivio del indio hambriento que descubre a su disposición el monte y el río.

En la boca guardás un arma blanca. No me matás, así que me cuido de vos. No la escondes, ni quiero que lo hagas. Tenés un arma. Algo tiembla cuando mostrás los dientes.